NO HAY HUEVOS
—Que no te atreves.
—¿Qué no? ¿Qué te apuestas, a ver, qué
te apuestas?
—Lo que quieras, porque no lo vas a
hacer —dijo John y empezó a reír.
—Te vas a cagar… Si lo hago, me das tu
caballo. Vosotros sois testigos —dijo Ginebra mientras nos señalaba.
Se remangó el vestido y salió
decidida hacia la roca. Las mujeres no podían probar. Iba a detenerla, pero
luego pensé que a esas horas no habría nadie por allí y no se enterarían.
Menos mal, nadie la vio subirse y tirar de la espada. ¿Qué habría pasado si la hubiesen visto con
Excalibur en las manos? El susto que nos dimos todos fue tremendo. La que más,
ella, que volvió a poner la espada en su sitio y salió corriendo con el caballo
de John.