Mi
prima Laura siempre ha dicho que todos los niños deberían tener un pueblo al
que ir a pasar unos días en verano. Y tiene toda la razón. Los que hemos pasado
los veranos en el pueblo sabemos que la vida que llevan los niños de vacaciones
en un pueblo es única, inmejorable ,y que nada tiene que ver con la que llevan
en la ciudad.
Panorámica de Bailo (Huesca) desde el cruce de la carretera |
Y es que, ¿quién no ha soñado con quedarse a vivir en
el pueblo todo el año? En un pueblo pequeño, donde apenas hay tráfico, donde
todos te conocen más o menos, se viven cosas maravillosas que en la ciudad o en
otro tipo de lugar de vacaciones son muy difíciles de vivir. Aquí van unas
cuantas que se me han ido ocurriendo durante los días en los que hemos estado
en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) y en Bailo (Huesca), que son los pueblos de
nuestras infancias y, ahora, los de nuestras hijas.
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Llegar al pueblo y que, después de saludarte, te
pregunten: «¿Te quedas muchos días?»
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Ser conocid@ como Fulanit@ de Casa Tal o Menganit@
el/la de Nosequién, en lugar de por tu nombre y apellidos.
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Salir de casa sin un adulto que te acompañe y volver
solo cuando tienes que comer, cenar, dormir o ir al servicio.
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Compartir con tus herman@s y prim@s una habitación muy
grande llena de camas, literas, plegatines e incluso colchones por el suelo.
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Perder la noción del tiempo y saber que es domingo
porque te hacen arreglarte “porque es domingo”.
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Ir a todas partes andando o en bici, incluso de noche.
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Caerte y llenarte codos y rodillas de heridas y
raspaduras y que te las curen en casa de una tía o de una vecina del pueblo, en
lugar de en tu casa.
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“Adoptar” algún animal herido que hayas recogido por
ahí con intención de curarlo: pajarillo, rana, lagartija…
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Comer más patatas fritas, helados y beber más
refrescos que en todo el resto del año junto.
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Ir al huerto a “ayudar” a recoger o a regar y que
acaben riñéndote por haber pisado donde no debías.
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Merendar por los caminos a base de moras o de frutas y
frutos de cualquier árbol, aunque no sea propiedad de tu familia.
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Hacer amig@s y volver a verl@s cada verano acumulando
batallitas de por vida.
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Subir montes, bajar barrancos, construir guaridas,
salir a las afueras del pueblo a ver la lluvia de estrellas, ir en bici por la
carretera al pueblo de al lado, quedarte hasta las mil jugando en la plaza, cazar gamusinos, beber agua en cualquier fuente sin importarte que un momento antes se haya
abrevado allí un rebaño de ovejas entero, hacer tu propia presa en el río
moviendo las piedras…
Charco Calajomero en la Garganta Jaranda en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) |
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Contar los días que quedan para ir al pueblo y
marcharte de él llorando o aguantándote las lágrimas porque sabes que tu
libertad se ha terminado hasta el verano que viene.
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Y, por último, considerar tu pueblo el mejor del mundo
y, sobre todo, mil veces mejor que el que hay justo al lado.
Suscribo todo tal cual, sobre todo lo de merendar por los caminos! Añadiría descubrir el amargo sabor de las ortigas, e iniciar cursos de alquimia preparando colonia con flores de espliego.
ResponderEliminarJajaja, grandes aportaciones. Seguro que muchas más quedaron en el tintero, pero es que las entradas no pueden ser demasiado largas, que luego no se las lee el personal ;-) Siento haber tardado tanto en publicar tu comentario, es que no me llegó el aviso para que le diera el OK
EliminarSuscribo todo tal y como lo has escrito, sobre todo lo de merendar por los caminos. Añadiría el descubrir el amargo sabor de las ortigas e iniciarte en el arte de la alquimia preparando colonia con flores de espliego.
ResponderEliminarQué bonito. Cómo me siento reflejada.
ResponderEliminarGracias, Almudena, mucha gente ha debido de sentirse así, porque he batido todos mis récords de lectura con esta entrada. No había publicado antes tu comentario porque no me había llegado notificación para que lo moderara, disculpa. Abrazos
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