EL NOVIO
Todas tus amigas
tienen menos tú. La última que se lo echó es Judith, hace meses. Hablan cuando
creen que no las oyes. Que si no te gusta ningún chico, que eres una sosa, que
a ver si te lanzas de una vez, ¡que tienes quince años! Echas de menos cuando
ninguna de vosotras tenia novio, todo era major: quedabais cuando os apetecía,
sin que ninguna tuviera que hablar antes con su novio. Tú eres feliz sola, pero
parece que eso no pueda ser y que tengas que emparejarte, sí o sí. Además,
ahora, cuando quedáis, a veces también vienen ellos y no te sientes cómoda.
Tendrás que buscarte novio.
El chico
que te gusta ya está pillado, una pena. Así que decides bajar el listón y
buscar uno lo más parecido posible. Nada fácil. Y encima tienes que ser rápida,
porque los novios de tus amigas hacen bromes con tu soledad: que si eres monja,
que si eres una estrecha, que si eres virgen, que si eres... La madre que los
parió.
Habéis
quedado el sábado para ir al Parc Central. Hoy es el día. Tienes que encontrar
un chico que te encaje. O quizás primero tienes que tener algunos rollos. No lo
tienes muy claro. Ya irás viendo. Te arreglas y haces cuatro muecas delante del
espejo. Pretendías que fueran gestos sugerentes, pero te salen muecas. Resoplas
y tragas saliva. Notas algo de nervios en el estómago. Respiras profundamente y
sales. Te despides de tu madre y te parece, no sabes por qué, que se huele
algo.
La
tarde se alarga. Después vais al parque, allí al lado, y hacéis botellón. Bebes
mucho. Bebes demasiado. Lo necesitas. A cada sorbo pierdes un poco más el miedo
y te sientes más lúcida. Te olvidas de los nervios. Tus amigas y sus chicos te
aplauden y ríen cuando te pones a bailar en medio del parque. La música, la ovación
de la pandilla, lo que has bebido... sientes que flotas. Lo ves todo claro.
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Imagen tomada de http://cdn2.salud180.com/sites/default/files/styles/medium/public/field/image/2010/07/under_pressure.jpg |
El domingo
te despierta tu madre, enfadada. No sabes cómo ni cuándo llegaste a casa. Lo
piensas un poco. Recuerdas un chico, no es desconocido, pero no tienes claro de
qué le conoces. ¿Cómo se llamaba? De pronto recuerdas el frío de una pared en
tu espalda. Su lengua, grande y caliente, dentro de tu boca. Sus manos en tus
pechos. Y luego intentando meterte mano. Te alivias porque recuerdas que le
dijiste que parara y, aunque protestó, lo hizo.
Miras
el móvil y tienes whatsapp de todas tus amigas. Quieren saber qué tal fue. Si
Martí sabe besar. O sea que se llama Martí. Si te ha gustado la experiencia, si
llegasteis hasta el final, si volveréis a veros o solo era un rollo. No sabes
qué decirles. No quieres quedar mal ni tampoco mentir. Dices que no te acuerdas
bien.
Te
llama Ruth, que Martí es primo de su novio y que han quedado para verse esa
tarde y dar una vuelta. Que tendrías que ir también. Aunque tu madre te dice
que falta menos de un mes para final de curso y que no te ve nunca estudiando,
vas. Cuando ves a Martí no sabes cómo saludarle. Él lo tiene claro. Se te
acerca, te da un beso en la boca y te coge de la mano. ¡Joder! ¡Tienes novio y
ni lo sabías! Pasáis la tarde en grupo. Se hace un selfie contigo y lo cuelga
en las redes. Te etiqueta. Le pones un me
gusta. A la hora de iros, te acompaña a casa. Aprovecháis para contaros
algo. No demasiado. Hay más silencios que palabras. La despedida en tu portal
se convierte en un si hay que hacerlo, lo
hacemos que te hace sentir incómoda. Tú, nerviosa; él, torpe; ni rastro de
ternura.
Ahora
que tienes novio ya no te hacen sentir la rara de la pandilla, pero eres tú la
que se siente extraña. ¿No deberías haber elegido tú a tu novio? Es más, es
como si ni siquiera él te hubiese elegido. Además ya sabías que los príncipes
azules no existen, hace tiempo. Desde que tus padres se divorciaron tu madre se
ha encargado de dejártelo claro. ¿Lo que sientes cuando Martí se te acerca o te
toca es lo que se siente cuando te enamores? No te ha parecido sentir las famosas
mariposas en el estómago, al contrario, parece que tengas dentro una caja vacía.
¿Qué tenéis en común? No muchas coses. Te preguntes si merece la pena seguir.
Le dejarías pero te da miedo que en la pandilla te critiquen. Vuestros perfiles
en las redes se llenan de fotos juntos y felices, demostrando que disfrutáis. Tiras
para adelante. Y él. Sois dos autómatas. Hacéis todo lo que hacen las demás parejas.
Las despedidas en el portal suben de nivel y, al final, consigue meterte mano.
Cuando
lleváis tres meses vais a cenar un sábado a una hamburguesería para celebrarlo.
Publicáis lo que coméis y fotos de los dos muy amorosos. Después dais una
vuelta por la Parte Alta. De repente, empieza a llover, un chaparrón fuerte. La
gota fría, se acerca el final del verano. Te coge de la mano y te lleva
corriendo hasta un portal, Saca unes llave del bolsillo. Son del piso de su
abuela, que está en venta desde que murió. Te invita a subir. Hasta que deje de
llover. No sabes qué hacer. Miras el reloj, todavía no tienes que volver a
casa. Venga, va... Subís. Entráis, enciende las luces y os quitáis las
chaquetas mojadas. Empieza a besarte. Te dejas hacer, al fin y al cabo es tu
novio. En el piso hace fresco y huele a cerrado, a polvo y a viejo. Acabáis en
el sofá de la salita. Te desabrocha el pantalón. Te mete mano. No sabes qué hacer ni qué
decir. Saca un condón. Te da vergüenza decirle que no quieres hacerlo. Aun así,
se lo dices. Pero te recuerda que eres su novia y que tenéis que dar un paso adelante,
si no, toda acaba aquí y ahora. Que se buscará otra que no tanga tantos problemas.
Que tú misma. Le dices que no estás preparada. I Martí, que sois los únicos de
la pandilla todavía no la han hecho. Que madures. Dudas. Todos sabrán que no lo
habéis hecho si rompéis. Está claro. A pesar de no estar segura, aceptas.
A
partir de ese momento todo va demasiado rápido y al mismo tiempo se te hace
largo, interminable. Te da vergüenza estar desnuda, de que te toques in obstáculos,
de no saber tocar su cuerpo. Cierras los ojos. Te hace daño. Se lo dices.
Relájate y no te dolerá, te dice entre jadeos. Pero no eres capaz. Piensas si
se habrá roto el condón y te quedas embarazada. Imaginas la bronca de tu madre.
Imposible relajarse. Aguantas su peso, sus envestidas. Sientes su respiración
en el cuello. Suda. Empuja, empuja. Se va. Tú no. Tus partes te escuecen. Sale
y sientes la humedad entre las piernas. Te da un beso en la mejilla y te dice
que te quiere. ¿En serio? Hay un silencio, seguro que espera tu y yo a ti. Pero le preguntas dónde
puedes lavarte un poco. Te levantas. Coge el móvil. Que no haga ninguna foto,
por favor. Sólo escribe. Estará contando que ya lo habéis hecho. ¿Hace falta...?
Cuando
llegas a casa vas a dormir a la cama de tu madre. Lo necesitas. Medio dormida
te abraza y te dice pequeña mía. Pequeña... ahora que ya no volverás a serlo. Lloras
en silencio.
El recuerdo
de esa primera vez te quedará como algo sucio y frío. Vacío de cariño. No
tardarás ni un mes en romper, a pesar de la pandilla. Te habrás prometido que
no volverás a estar con nadie a quien no quieras de verdad. Aunque aún tardarás
en poder cumplir esa promesa. Casi tanto tiempo como el que hará falta para que
la pandilla empiece a deshacerse.