El mes pasado me publicaron en EL NARRATORIO Antología Literaria Digital Nº 26 Abril 2018 Año 3 mi relato TAREA PENDIENTE. Puesto que ya han publicado el nuevo número de la antología, hoy publico aquí el relato completo.
TAREA PENDIENTE
Tienes que escribir un
relato y se te ha echado el tiempo encima. Has desperdiciado los días en mil
tonterías. Tú que presumes de organizado, de dedicar el tiempo justo a cada
cosa y de no entretenerte en bobadas. Bien, pues llegó el momento de tragarte
tus palabras. De reconocer que no llegas, de que te quedas fuera de la
convocatoria o de que entregas una basura.
No puede ser, tienes
una reputación que defender y no está en tus planes enviarle al profesor algo
que no sea de sobresaliente. Rebuscas entre viejos cuadernos. Quizás tengas
algo aprovechable, un par de párrafos, una frase, algo que te inspire. Nada.
Todo lo que lees son relatos de tu adolescencia que no servirían ni para
emocionar a tu abuela. Están llenos de adjetivos, de adverbios acabados en
mente y de abstracciones. Te perdías en descripciones interminables o tus
personajes flotaban en un escenario invisible. Los diálogos eran impostados. Y
decías y decías sin mostrar. No tiras los cuadernos a la basura porque sabes
que en unos años valdrán oro. Cuando seas un escritor de renombre y estés
nominado al Nobel servirán para dar lecciones a los aspirantes a emularte:
vean, también él en sus inicios andaba perdido, pero trabajando y empeñándose,
mejoró. ¡Vaya si mejoró!
Está oscureciendo
fuera, pero te asomas por la ventana de tu habitación. Quizás algún transeúnte
te inspire. Eso hacían los dos aprendices de poeta que protagonizaban una
novela que leíste hace poco. Pero, así como ellos sí encontraban alguna musa a
la que dedicar sus versos, tú no ves ningún personaje protagonista, tan solo
ves anodinos secundarios. ¿Qué secundarios? Ni a eso llegan, son figurantes que
no tienen ni frase. No te sirven ni siquiera para dibujar el escenario que
precisas para tu trabajo.
Cierras la ventana y te sientas de nuevo
frente al ordenador. Tienes el teléfono junto al teclado. Lo tenías en
silencio, por aquello de que no vaya a sonarte cuando estás en pleno torrente
creativo. No es el caso, así que lo coges y miras si entre las fotos, las
notas, los whatsapp, Instagram, Twitter o Facebook encuentras algo inspirador.
Tampoco. ¿Qué vidas de mierda llevan tus amigos y conocidos? ¿Es que no saben
subir fotos y anécdotas jugosas? Lanzas con rabia el móvil sobre la cama. Nada,
otra pandilla de figurantes que no sabes por qué no mandas a tomar por el culo,
porque para lo que te aportan… Ya lo harás, pero no ahora, que tienes que
escribir.
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Minerva y las nueve musas. De H. van Balen |
Sales de tu habitación,
aún te queda el recurso de tu abuela y tus padres. Ellos tienen historietas de
cuando eran jóvenes o de cuando vivían en el pueblo para escribir un libro o
dos. Tus padres se han ido al cine. ¿Por qué ya no te avisan cuando salen? Si
tú tienes que hacerlo cada vez, ¿por qué ellos no? ¡Eh! Y tu madre no te ha
dado ni un beso cuando se ha ido, vaya tela, en esa casa se están perdiendo las
buenas costumbres. Pues nada, a ver qué le sacas de provecho a tu abuela. Pero
no hay manera, te dice que se va a la cama, que se ha tomado ya las pastillicas
esas de dormir y que si se queda en el sofá, luego la tendrán que mover tus
padres y que no quiere dar guerra. ¡Eso, eso, que te cuente algo de la guerra!
Y te dice que no, que un sábado por la noche no son horas de recordar aquellos
años tan negros y te da con la puerta de su habitación en las narices. Te
entran ganas de abrir y decirle la verdad, que tienes una urgencia literaria y
que sacarás un cero como un melón de grande. Eso ablandaría a cualquier abuela.
Pero sabes de sobra que tu victimismo no podrá con el poder letal de las
pastillicas esas de dormir. Así que renuncias a esta solución.
Vuelves a la sala y
enciendes de nuevo la televisión. Tu abuela tenía puesta una cadena inglesa.
¡Pero qué coj…! ¿Desde cuándo sabe inglés ella? Ríes: se hace un lío con los
mandos y la pobre no se entera, habrá dejado eso por no estar en silencio en la
sala. Haces un barrido por varios canales. Quizás encuentres la inspiración en
alguno de ellos. Debates políticos, películas que fueron taquillazos en su día,
películas de serie B, culebrones repetidos una y otra vez, documentales a cuál
más bizarro, partidos de todos los deportes habidos y por haber, adivinos que
leen el futuro en el tarot. Tal vez aquí escuches una historia interesante.
Pasas dos horas mirando. Todos los clientes, o como se llamen los que contactan,
son señoras preocupadas por el futuro de sus hijos, las enfermedades propias o
de algún familiar y poco más. Si ha habido algo excepcional, te lo has perdido
porque has echado varias cabezadas. No sabes concretar cuántas.
Regresas a tu
habitación. Te tumbas sobre la cama. ¡Musas, joder, vais a venir o qué pasa!
Das un puñetazo contra la pared y se cae un libro de la estantería que pende
sobre tu cama. Lo agarras al vuelo, antes de que te golpee la frente. Es una
recopilación de cuentos infantiles que no sabes por qué aún no has donado a la
biblioteca municipal. ¡Eureka! ¡Puedes revisitar un viejo cuento infantil! De
un brinco te pones en pie y te sientas ante el ordenador. Calientas los dedos y
piensas en todos los cuentos que te sabes. Le das unas vueltas y te decides por
«Los siete cabritillos». Del que no recuerdas ninguna otra versión no siendo la
clásica. Empiezas a escribir: Erase una vez… No, demasiado obvio. Borras. Hace
muchos años… ¡No, joder!
Lástima que ya no
escribas a mano, porque tienes ganas de coger la hoja, arrancarla y hacer una
pelota con ella. Será el sueño, son los tres de la madrugada. Por cierto, tus
padres aún no han vuelto del cine o es que han entrado sigilosamente para que
no te enteres. Te levantas para acostarte. Con suerte sueñas algo digno de ser
escrito. Mañana será otro día y seguro que durante el domingo te sale un relato
de diez. Eso sí, antes de apagar el ordenador y acostarte, revisas y borras ese
‘sigilosamente’ que hay hace cincuenta y un palabras. Gracias. Buenas noches y
que sueñes con los relatitos.
Pinchando en este enlace podréis leer el relato en la antología (comienza en la página 30) y descargaros gratuitamente la antología completa en pdf.