viernes, 20 de diciembre de 2013

Entrevista a la señora Salvadora

Como ejercicio de esta semana del curso de novela he tenido que crear un personaje, al que primero tenía que entrevistar y, después, ponerlo en acción. Aquí va la entrevista (ficticia, claro) a la señora Salvadora. La acción, ya veré si la pongo, jaja.
 
¿Nombre completo?
Salvadora Balaguer i Bunyol, para servirle a usted.
 
¿Por qué crees que te he elegido como personaje?
Perdone, joven, a mí no me tutée.
 
Disculpe, es la costumbre... ¿Por qué cree que la he elegido como personaje?
Porque en la panadería no he hecho cola y se ha quedado con las ganas de decirme que le tocaba a usted. En el fondo, legustaría ser como yo, seguro, que tiene cara de morderse la lengua por educación.
 
¿Qué rasgos le definen?
Soy impaciente, pero en el fondo, de buen corazón.
 
Queda usted con una amiga en un bar, ¿qué hace, cómo se mueve al entrar hasta que la localiza con la vista?
Voy directamente hacia la mesa en la que nos sentamos siempre la Roser y yo y, si está ocupada, les digo que se vayan dando prisa para que quede libre para cuando llegue la Roser. Es que es la mejor mesa:  no está en el paso de toda la gente, queda lejos de los baños, que huelen mal y, lo más importante, estamos lejos de la puerta, que entra frío, y la Roser está muy delicada y no le conviene enfriarse. ¿Entiende?

Cuénteme algo que haga sola cuando nadie le ve y que le avergüence.
¡Ay, hija mía! Pues no sé... Que todas las noches cuento y recuento el dinero que guardo en casa para ver si está todo, porque no me fío del todo de los bancos.

Imagine que ve a un niño llorando, ¿qué le diría?
¡Uy! ¡Niño! Sssshhhh, no llores, ¡qué barbaridad! Pero, ¿dónde está tu madre? Estas madres de hoy en día... A ver, ven, ven, que te limpie esas lágrimas.
 
Elija a alguien a quien pedir un favor. ¿Con qué palabras exactas se lo pediría?
A ver, joven, haga el favor de ayudarme a bajar del autobús.
 
Imagen tomada de es.123rf.com
Quéjese en voz alta de algo que no le guste.
Es que ya está bien, que cada día el autobús para más lejos de la acera y nos vamos a matar al bajar de un salto. Pero claro, ¿qué más da? ¡Si hay muchos viejos! A ver si así los vamos matando.

Fíjese en sus pies y traslade, a través de una descripción de estos, cuál es la imagen que cree que da a los demás.
Mis pies son pequeños, me decían que eran de muñeca. Es verdad que tuvieron mejores épocas que ésta, pero... Me hago la pedicura cada mes en el Hogar del Pensionista, que es más barato, porque yo ya no me puedo doblar para cortarme las uñas ni para nada. Me los afean mucho los juanetes y un dedo en garra, por eso llevo zapatos cerrados hasta en verano.

Ahora, descríbame su cara trasladando qué imagen tiene de sí misma.
Llevo las cejas pintadas, porque se me han ido cayendo la mayoría de pelos. Más que arrugas, tengo surcos. Cuatro muy marcados en la frente y en el resto de la cara, miles de rayitas. Los párpados, aunque caídos, me los maquillo siempre. Y los labios, cada vez más finos, los llevo siempre pintados.
 
¿Cuál es el objeto pequeño al que tiene más apego? ¿Cree que la define? ¿Por qué?
Mi reloj de pulsera, sí, me lo regalon mis padres cuando me casé. Y sí, me define, soy muy puntual y exijo que los demás también lo sean.
 
Ahora, por favor, evoque dos cosas de las que se acuerde y dos de las que no se acuerde.
Recuerdo perfectamente el día que me casé con mi Alfredo, ese vestido tan bonito que llevaba yo y los nervios que pasé en la noche de bodas. Y también, como si fuera ayer, el día que perdí a nuestro hijo, el terrible dolor en el vientre y la sangre corriendo por mis piernas. Pero no logro redordar con claridad ningún momento de mi infancia ni, fíjese, dónde he dejado mi teléfono móvil. ¿Uste lo ha visto?
 
Exponga un pensamiento recurrente que por nada del mundo revelería a nadie.
Me alegré cuando murió mi Alfredo, le quería mucho y nos respetábamos, pero me tenía harta, mire usted.
 
Se despierta en medio de la noche, inquieta, y va al baño a orinar. Por favor, déjenos asistir a su flujo de conciencia, a lo que piensa a tiempo real, mientras ejecuta esa acción.
¡Ay, hija mía! ¿Pero qué preguntas más raras me hace? ¿Seguro que esto se lo piden en clase? En fin, pues no lo sé, si me despierto inquieta es que seguro que he oído un ruido. Y pienso: "¡Virgen Santa!, ¿habrá entrado alguien en casa? No, no será. Me levanto a mirar y aprovecho para ir al baño ya que estoy despierta. Pero,... y si de verdad hay alguien, ¿qué me hará? No, mejor me aguanto. ¡Ayy!, pero no puedo, ahora que ya me he hecho a la idea, ya no aguanto. ¡Qué pena que ya no se lleven los orinales! Aquello sí que era comodidad. Bueno, vamos, Salvadora, échale coraje, que si han entrado, vienen a por el dinero, les dices dónde lo tienes y que se vayan, ¡hala!"
 
Y esta es la última pregunta: uno de sus seres queridos le dice: "Eres maravillosa". ¿Qué piensa inmediatamente?
Pues que sí, que lo soy, y que ya era hora de que lo reconocieran.
 
Señora Salvadora, muchas gracias por todo.
De nada, guapa. Ahora pregunto yo: ¿esto dónde sale? ¿En la tele, en la radio?
 
No, no, en mi blog.
¿Dónde?
 
En internet.
Ah, pues entonces nada, eso del interné yo no sé cómo va. Otra cosa, el café que hemos tomado lo pagas tú, ¿verdad?
 
Sí, mujer, tranquila, esta ronda la pago yo.

2 comentarios:

  1. Hola Yolanda. Me ha encantado lo de que se alegró cuando se murió su marido, la verdad es que es muy original y lo de que piensa que es maravillosa jajajajaja

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